domingo, 5 de julio de 2020

MATEO - MÉXICO

Otro testimonio interesante extraído de la Web es el de Mateo desde México.

Mi familia consta de: (papá cristiano), mamá no, 11 hijos 5 mayores que yo 5 menores que yo.

Tenía yo como 11 años, cuando mi madre nos abandonó.  Fue ahí cuando empezó algo horrible en mi vida, ya que los que por aquél entonces se decían mis amigos, me empezaron a lastimar física y emocionalmente.

Después yo me salí de mi hogar para ir a buscar a mi madre, fui a parar a la central camionera de Saltillo, Coahuila, empecé a vivir en los camiones descompuestos y abandonados.

Me alimentaba de la comida que tiraba la gente o de la que dejaban en los restaurantes.  Mi vida se empezó a llenar de rencor y de odio.  No entendía porque me pasaba eso sí sólo era un niño, como a los 12 años, me dieron a tomar alcohol de 96 grados con coca.

Eso me hacía sentir tan bien que me empecé a refugiar en las drogas y empecé a probar los solventes como el thinner y el Resistol 5000.  Cada paso en ese camino era para superar al anterior y profundizar más en ese mundo de la calle.

Tras un par de años empecé a consumir psicotrópicos, unas pastillas que les decían roche 2 miligramos lo normal era que la partiremos en cuatro partes o por lo mucho en dos pero yo me la tomaba entera.  Con apenas 15 años ya me emborrachaba con tequila Cuervo, que mezclaba con las pastillas.

Empecé a delinquir y robar para mantener el vicio.  Pasado un tiempo encontré a mi madre que vivía con otro hombre y empecé a vivir con ella, sin pensar que eso se convertiría en un calvario para ella, ya que mi forma de vida le causaba muchos problemas a ella.

Ese desenfreno me llevó a la cárcel muchas veces, las mismas que mi madre iba a sacarme y cuando me decía que me portara bien yo me excusaba de mi responsabilidad haciendo que ella se sintiera culpable de mis actos, por haberme abandonado de niño.

Mi vida transcurría sumergido en las drogas.  Ya a los 17 años empecé a probar la marihuana pero no me gustó, me fui más por la cocaína, pero como no me gustaba inhalarla porque se tiraba o se desperdiciaba mejor me la inyectaba disolviéndola en agua, pero al poco tiempo fue insuficiente.

Más tarde probé otra droga líquida que se llama novain pero de igual modo, al poco tiempo ya era insuficiente.  Llegué al grado de revolver la cocaína con el novain y me la inyectaba. 

Para entonces me dió por recordar a todos aquellos que me lastimaron, hice una lista para ir ajustando cuentas con cada uno de ellos, debido al rencor y amargura que había acumulado a lo largo de mi vida.

Recuerdo que cuando mi madre me pedía que cambiara yo la gritaba y la hacía sufrir, eso, en cierto modo, me causaba una extraña sensación de satisfacción.
Pero lo raro era que cuando estaba en las Tapias lloraba por lo que le hacía.

También recuerdo que cuando tenía como 20 años me peleé con uno de mis hermanos menores.  La razón fue porque él de forma totalmente involuntaria, me reventó un ojo con el cable de una grabadora.

Eso tiró mi autoestima por los suelos, ya que mi apariencia era un joven talla 28, pelo chino hasta los hombros, con aretes en la oreja izquierda, sin dientes frontales, cicatrices en el cuerpo, camisa de tirantes, pantalón de mezclilla roto de las piernas y las rodillas, un tenis Converse color guindo y el otro azul, ese era yo.

Recuerdo que por él día 12 de octubre de 1990, una familia que se apellida García Cerecero, empezaron a predicar de Cristo y a repartir literatura cristiana.
Fue ahí, cuando ese día hicieron una reunión en un terreno baldío y mi madre asistió para pedir que oraran por mí.
Cabe mencionar que mi padre siempre me daba consejos y me decía que me acercara a Dios, pero yo no le hacía caso.

Pero todo estaba a punto de cambiar, ya que las oraciones de mi padre y el clamor de mi madre tocaron el corazón de Dios y fue ahí cuando empezó una transformación en mi vida, ya que entonces, el 15 de octubre de 1990, como a las 10 de la noche, escuché unos golpes metálicos que hicieron que me asomara a ver qué ocurría.

Al asomarme vi que estaban levantando una carpa. Pensé que eran unas personas que les decían "los húngaros", que pasaban películas en las colonias y creí que sería una buena ocasión para ir a robar algo en los autos.

Yo vivía en una segunda planta en un cuarto que nos prestaba mi hermana con techo de lámina.

De repente empecé a sentir un calor en la planta de mis pies, que fue subiendo por mis piernas hacia mi pecho, y cuando iba llegando a mi cuello pensé que era la reacción de la droga y que iba a morir.

Cuando ese calor me tapó por completo perdí la noción del tiempo.  Al reaccionar, mi cuerpo estaba temblando y de mis ojos salían chorros de lágrimas.  Les prometo que nunca he visto tanta agua salir de un cuerpo, porque tenía mi playera mojada, incluso mis pantalones y hasta el piso estaba mojado.

Lo maravilloso de todo esto es que ya no sentía la soledad y la amargura, pero de mis ojos no dejaba de salir agua.  Fue cuando me dirigía hacia un pedazo de espejo que tenía en la pared y cuando vi la imagen que se reflejaba en el espejo, empecé a vomitar.  Era mi propia imagen, pero no me reconocía.

En ese mismo instante me di cuenta que Dios me estaba transformando y lavando mi interior de tanto pecado.  Pasaron unos minutos, y empecé a escuchar unas alabanzas maravillosas que decían; Sólo Dios hace al hombre feliz.

Comencé a bajar las escaleras sin importar si estaban los policías afuera, pues yo tenía muchos problemas y varias demandas por lesiones y robo.
Llegué hasta la carpa y estaba llena de gente.  Gente a la cual yo había golpeado, robado, y ofendido.

Me recosté en un poste sin dejar de llorar, cuando hicieron el llamado si alguien quería aceptar a Cristo Jesús como su Salvador.  Yo, como un autómata, me despegué del poste y empecé a avanzar hacia la tarima, donde un hombre, que ahora sé que se llama Valente, me dijo: "Pase, lo invitamos".

Después me confesó que lo hizo con miedo, por mis antecedentes y mi aspecto. Yo solamente le contesté:"Sí, ya voy".  Seguí avanzando hasta llegar al púlpito improvisado, caí de rodillas y un evangelista llamado Luis Vázquez, oró por mí, y acepté a Cristo como mi salvador.

En la actualidad soy líder de varones en mi iglesia, que se llama la Roca el pastor es Tony García Cerecero.

En otra oportunidad les contaré cómo Dios restauró la familia de mis padres, que volvieron a vivir juntos, hasta que mi padre murió en marzo del 2013.
En mayo del 2015 asesinaron a mi hermano menor, quien iba a cumplir 40 años.
En el mes de enero del 2017 falleció mi madre, y en julio del 2017 falleció mi hermana mayor.

También les confieso que tengo familiares drogadictos y les pido que oren por mi familia.  Pero ahora, con toda confianza puedo decir lo que nos dice la palabra en:

Romanos 8:28-35 - DHH -(Dios Habla Hoy)

«Sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, a los cuales él ha llamado de acuerdo con su propósito.

A los que de antemano Dios había conocido, los destinó desde un principio a ser como su Hijo, para que su Hijo fuera el primero entre muchos hermanos.


Y a los que Dios destinó desde un principio, también los llamó; y a los que llamó, los hizo justos; y a los que hizo justos, les dio parte en su gloria.

¿Qué más podremos decir?


¡Que si Dios está a nuestro favor, nadie podrá estar contra nosotros!

Si Dios no nos negó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos también, junto con su Hijo, todas las cosas? 


¿Quién podrá acusar a los que Dios ha escogido? Dios es quien los hace justos.

¿Quién podrá condenarlos? Cristo Jesús es quien murió; todavía más, quien resucitó y está a la derecha de Dios, rogando por nosotros.

¿Quién nos podrá separar del amor de Cristo? ¿El sufrimiento, o las dificultades, o la persecución, o el hambre, o la falta de ropa, o el peligro, o la muerte violenta?»


"GRACIAS DIOS POR TU INMENSO AMOR Y TU INFINITA MISERICORDIA "

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